Nota Necrológica: François Diederich (1952-2020)

El reciente fallecimiento el 23 de septiembre del Profesor François Diederich, a la edad de 68 años, representa una dolorosa pérdida para la química y la comunidad científica en su totalidad. Natural de Luxemburgo, se doctoró en Heidelberg bajo la dirección de Heinz Staab con una tesis sobre la síntesis del kekuleno, un fascinante gran anillo de doce bencenos fusionados, Entre 1979 y 1981 realizó trabajos post-doctorales con Orville Chapman en la Universidad de California (UCLA), para regresar tan sólo dos años más tarde a UCLA, pero ya como Full Professor (1985-1992), tras obtener en Heidelberg su habilitación académica. Desde 1992 ocupó, hasta el final de su carrera, una cátedra de Química Orgánica en el prestigioso ETH de Zúrich.

Fiel a sus orígenes, siempre estuvo vinculado a la química de los sistemas aromáticos, los derivados acetilénicos y los alótropos del carbono, destacando sus pioneras contribuciones a las propiedades y aplicaciones de los fullerenos y sus derivados. Sus intereses científicos fueron sin embargo mucho más amplios, abarcando desde el reconocimiento molecular de sistemas químicos y biológicos con aplicaciones en química médica a inhibidores enzimáticos, receptores quirales o sistemas supramoleculares a escala nanoscópica. Recibió numerosos premios y distinciones, y fue miembro de múltiples sociedades científicas, entre ellas nuestra Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

Aparte de sus conocimientos y rigor, François Diederich fue para mí una de las personalidades más fascinantes e inteligentes que he conocido. Siempre participó de forma activa en las reuniones científicas a las que asistió, y sus comentarios en los debates, críticos a veces, los recuerdo por su contenido constructivo y esclarecedor. En cierta ocasión me comentó que él nunca intervenía en temas que no le parecieran novedosos, atractivos o inspiradores, aunque algunos resultados merecieran serias objeciones. Cuando le explicabas algo, te observaba con su mirada profunda y aguileña, que venía a decirte que ya había llegado al fondo del mensaje mucho antes de que terminaras de formular tu razonamiento. Otras veces intercambiaba con vecinos de audiencia miradas risueñas de complicidad, algo traviesas e infantiles, mientras escuchaba charlas de sus colegas. Su rigor y profundidad, además de su simpatía, eran legendarios.

François no está ya entre nosotros, pero nos deja un amplísimo legado de publicaciones y libros magistrales que son de consulta obligada en casi todos los campos de la química. Como todos los grandes científicos, nos ha legado la magnitud de su obra, además del recuerdo de su perfil más humano y entrañable.

Javier de Mendoza